Madre Divina Pastora y San Faustino
miércoles, 15 de enero de 2014
El día de la tormenta
A veces parece que todo es lo mismo, pero siempre hay algo que hace que ningún día sea igual a otro. Esa tarde en 3er grado estábamos en la clase de plástica pintando árboles y haciendo dibujos para la seño Glenda porque supimos que no iba a seguir siendo nuestra seño de música. Después de un rato de cielo muy gris, se largó de golpe una tormenta muy muy fuerte. Cayeron piedras de hielo del cielo y de tanta agua que llovió junta, parecía que el patio se inundaba, y las que se asomaron a mirar por la ventana vieron que, de la rejilla que siempre se traga un río que se junta con secador de piso; esta vez el agua salía para afuera como si fuese una fuente. Algunas empezaron a llorar. Y cada una tenía su razón. Gianella estaba muy asustada y lloraba preocupada por su papá, porque estaba trabajando y; mirá si está en la calle!? Alguien se preocupó por su hermanito, porque era muy chiquito e iba a tener miedo. Y ahí se cortó la luz. Algunas acompañaban a las compañeritas que lloraban, algunas gritaban pero de a poco se empezaron a calmar. Y seguimos dibujando, con la poca luz que había, y entonces algunas nenas empezaron a cantar bajito. - ¿Qué canción es?. – Una que nos enseñó la seño Glenda… - Qué bueno…! Cantemos. Se sumaron algunas más. Entonces sin pensarlo mucho entendimos lo que hablábamos un rato antes; que nadie nunca se va del todo si dejó algo en nuestro corazón. Y también supimos que si respiramos podemos tranquilizarnos. Y que el miedo puede empezar a hacerse chiquito cuando lo compartimos, y que puede ser muy parecido al de alguien que tenemos al lado. Y que además, si cantamos, nos podemos olvidar del miedo por un rato, y hasta en una de esas descubrir, después, que ya desapareció.
(esto pasó en el mes de mayo de 2013)
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